Diminuto
en su cuerpo tumbado,
un
hombre valúa sus flaquezas
—razones
de su hormigueo sensorial—.
Supone
conflictos inevitables, y se refugia
a
manera de conciliábulo,
que
con prudencia clandestina
progresan
entre las sombras.
Cohabita
pantomimas y caricaturas.
Asegura
que recurre
en
pos de terceras opciones.
Tal
mudado por íntima tribulación
enaltece
su mejor atributo.
Paréale
cualquiera de las extrañas bardillas
en
su renuncia al mundano escozor
que
avasalla en los estropicios.
Imposibilitado,
no concibe amparo
en
la coyuntura que le depone.
Residual,
mínimo, escamotea cualquier luz.
Cohabita
con gestas singulares
que
oscilan en sus fantasías,
soberbio
a pesar de todo.
La
presión de esta ciudad
valida
las pirámides invertidas,
donde
muchachas anticipadas
desnudan
la gracia de los ojos
cansados
y oprimidos,
atolondrados
por el intenso ritmo;
ya
incapaces de testificar, con buena razón,
la
inclemencia de esta escapatoria
hacia
una infinita rumba.
pichy
Estructuralmente es un buen poema. Nada que añadir.
ResponderEliminarEs una descripción de una persona imaginaria que no tiene futuro, puest que no creo existan personas así en el mundo imperialista sin flaquezas. Que la realidad nada tiene que ver con la naturaleza del ombligo de cada uno.
Muchas gracias, amuigo. Dices bien.
ResponderEliminarAbrazos
Estupendo,amigo.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias, amiga. Satisfecho con que te guste. Beso
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