LUIS VARGAS. EL GATO SIAMÉS.
EC-1 EJERCICIO DEL GATO SIAMÉS. LUIS VARGAS ALEJO
Escribe algo disparatado sobre aquel hombre o mujer con el pelo de color zanahoria, un poco loco/a; que tiene un gato siamés y que vive en el primero de tu casa. Y, acaba con una estrofa en verso sobre el gato siamés que se llama Coco y que te cae bien. (Un folio).
Aquel día, al salir de casa, observé que Bild lloraba asomado a la barandilla de su balcón.
-Te pasa algo Bild?
- No, no, estaba jugando con mi gato Coco a poner caras raras y le estaba enseñando a llorar.
- Ah, sí? Yo sé que Coco es muy listo, pero hasta ese punto no creo que pueda aprender.
- ¡Claro! Es que realmente usted, D. Eufrasio, no conoce bien a mi gato. Mi gato es extraterrestre y tiene inteligencia superior.
- Ah, bien, en ese caso, siga, siga, con su juego. Que tenga buen día Bild.
Me fui preocupado por mi vecino. Bild tenía ya ochenta y dos años, vivía solo y, desde hacía tiempo, apenas se relacionaba con nadie. De joven había sido un hombre fuerte, alto, con mucho pelo rojizo, que se dedicaba a la compra y venta de animales de compañía, siempre muy bien vestido y una gran sonrisa en los labios a todas horas, le gustaba escuchar música y escribir poemas. Pero ahora, a su edad, estaba hecho una “pasa”, enjuto al máximo y encorvado, con cuatro pelos cenicientos alborotados que le daban aspecto de loco.
Los vecinos apenas le trataban porque los que fueron de su edad habían fallecido y los jóvenes inquilinos del edificio le veían raro y desubicado. Y me propuse visitarlo cuando volviera del trabajo e intentar charlar un rato con él. Quizá necesitaba compañía.
A las seis de la tarde, a la vuelta de mi labor cotidiana, llamé a su puerta. Tardó mucho en preguntar quién era, y cuando ya me iba, se abrió unos centímetros la puerta y una voz apagada decía:
-¿quien es? No haga ruido que mi gato está durmiendo.
- soy yo Bild, Eufrasio, el vecino de enfrente.
- ¿y qué quiere?
- pues nada, hombre, que me apetecía un café y no tengo en casa y he pensado que a lo mejor a usted podría hacerme una tacita y fumarnos un cigarrillo juntos mientras me habla de su gato.
- Bueno, pase usted, pero no haga ruido.
Bild abrió la puerta recibiéndome en camiseta y pantalón corto mostrando unas piernas que parecían alambres. Me pasó a la sala de estar y me dijo que me sentara en el único sillón que aún conservaba las hechuras de un sillón, mientras él preparaba un café en el puchero.
Me senté con mucho cuidado y fui observando los enseres revueltos del habitáculo. Frente a mis ojos había un cuadro ajado, pintado al óleo, del claustro de un monasterio, donde se veía la firma de Bild. Una lámpara de pie sin bombilla, una radio antigua y una pecera con peces de plástico que flotaban en el agua, una mesa junto al balcón y una pequeña pieza de alfombra donde dormía un gato siamés de color pardo.
Pronto apareció Bild con un plato en cada mano donde tintineaban dos tazas de café. Al ruido el gato despertó maullando y mirándome con ojos brillantes y preguntones. Sentí algo de respeto, por no decir miedo, porque pensé que el gatito iba a saltar sobre mi y arañarme la cara. Pero no, el gato se estiro plácidamente, hizo una curva con el lomo y se sentó muy tranquilo, al tiempo que me preguntó:
- ¿Cómo está usted, señor? Me alegra que haya venido a ver a mi estimado dueño y le entretenga un rato, pues me tiene hasta el último pelo de la cola con sus tonterías y obsesiones de querer que haga cosas imposible. Me llama Coco, pero en realidad mi nombre es Robotican porque soy un gato robótico fabricado por los japoneses con la finalidad de cuidar viejos y darles compañía, pero el señor Bild cree que soy de carne y hueso y que he venido del espacio sideral y trata de enseñarme juegos, palabras y hasta quiere que aprenda a cocinar...y en cuanto se despiste un día y deje la puerta abierta, me voy. ¿Pues no que me ha escrito un poema y todo! ¡lea, lea usted!
Yo me quedé estupefacto y miré a Bild como preguntándole, pero Bild se había dormido, para siempre, en el sofá, con los ojos abiertos.
Y leí el poema:
De las muchas realidades
que se sueñan poco a poco,
un robot de gato siamés
endulza como un coco
y si has cumplido ochenta
y vives solo, solo, solo,
no dudes, compra un robot
aunque te llamen el loco.
PARTICULAR.
Está bien escrito y lo mejor es que es un texto muy ordenado, coherente y racional, pese al robot. Pero es creíble. Depende en la época en la que ocurra la escena. Creo que ya escribe de una manera muy definida y de lo que tratará este curso es de que encuentre de forma natural su “voz literaria” es decir, su forma de escribir, con la que se halle más a gusto. Bien. Saludos. JL.