He
decidido que mi voz
sea
amable —para que piensen ingenua—
en el
corro de los intransigentes,
desvelados
tras las beatificaciones
de
sentencias incomprensibles.
Preciso
vencer el insomnio
por la
pronta calentura
que
desgasta
en la
palabra que arruina
y
acaece los apelativos acres
del descrédito
en el
mundo de los aferrados obtusos,
donde cualquier
reflexión
puede
resultar disidencia.
Pichy